
Ha llegado diciembre, el frío no tiene intención de marcharse hasta marzo y a las seis de la tarde ya es de noche.
Sacamos edredones, mantas, guantes y bufandas e incluso nos atrevemos a renovar las pilas del termostato por si hace falta recurrir a la última opción: encender la calefacción. Preparamos el armamento para combatir la intemperie.
Sin embargo, Margarit, uno de los mejores poetas catalanes de todos los tiempos, consideraba que existen dos tipos de intemperie y que solo estamos preparados para luchar contra la física. No tenemos ni idea de cómo luchar contra la moral.
¿Y qué es eso de la intemperie moral? La podríamos definir como aquellos momentos en los que la vida da un vuelco, algo se rompe y se nos congela el alma. Todos, sin ningún tipo de excepción, en algún momento pasaremos por momentos así por lo que a Margarit le asombraba que nadie nos preparara para ellos, y que la mayoría de las personas no fueran conscientes de las herramientas que pueden usar como escudo.
En esta entrevista el poeta y arquitecto explicaba que estas herramientas están al alcance de toda la población, ya que no son más que la literatura, la música, la filosofía y el arte en general. La cuestión es que no vale acudir a ellas una vez nuestra vida se ha roto porque si no nos hemos preparado antes, no nos harán ningún servicio. Es como esperar a que nieve para ir a cortar leña: el árbol estará húmedo y no prenderá. Así pues, hay que ir almacenando estas herramientas a lo largo de la vida. Decía Margarit que no hay que leer mucho: hay que leer bien y encontrar el sentido de la vida, pero no un sentido general y universal, sinó un sentido personal. Saber por qué y para qué vivimos e intentar vivir sin miedo aunque sepamos que tanto el fracaso como el sufrimiento están asegurados en algún punto del camino.
Cada día, yo intento llenar un poquito más mi bahúl de herramientas contra la intemperie moral. Nunca he sido gran fan de los clásicos literarios o musicales, pero reconozco que cada vez me fascinan más. Sin embargo, no creo que haga falta tener un Ana Karenina en la recámara. Se trata más bien de derocar el lema de «bendita ignorancia» y agradecer la inteligencia, la capacidad de raciocionio y todo aquello que nos hace humanos aunque eso sea lo que nos hace ser más conscientes de nuestro propio sufrimiento. Se trata pues de contraatacar consumiendo arte y reflexionando sobre este para adquirir todo aquello que nos pueda proporcionar recursos. Se trata de almacenar cuando haga bueno para sobrevivir cuando llegue el temporal. Nadie dijo que la vida fuera fácil, así que, partiendo de la certeza de que no lo es, yo elijo tejer refugios de obras de arte.
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