
Esta semana había pensado escribir una entrada sobre otro tema, pero la polémica que se ha generado a partir del tuit de cierto escritor me ha hecho cambiar de idea.
No voy a entrar a juzgar el comentario, pero sí que me ha parecido interesante hacer una entrada hablando sobre las bibliotecas y la importancia que han tenido en mi vida.
Desde siempre, las bibliotecas han sido uno de mis sitios favoritos porque, para mí, son como una especie de refugio al que acudir. Actualmente vivo cerca de dos bibliotecas y suelo ir dos o tres veces al mes a armarme con libros.
Cuando era pequeña, sin embargo, iba mucho más a menudo a la biblioteca. Diría que, como mínimo, iba una o dos veces a la semana y guardo muy buen recuerdo de esas visitas. De hecho, hace unos meses me robaron la cartera y me dolió más perder el carné de biblioteca donde salía yo con cinco años que los veinte euros en efectivo.
Volviendo al tema, de niña solía ir a la biblioteca con mi padre porque como él siempre ha leído muchísimo y en esa época (hace veintitantos años) no había aún el auge de los e-books, necesitaba proveerse constantemente de libros en papel.
Así pues, mientras mi padre buscaba en la sección de adultos, yo me escapaba, subía a la primera planta y me perdía entre los libros de la sección infantil. Si me sentía lo suficientemente osada ese día, me atrevía también a asomarme a las estanterías de narrativa juvenil. Además, me encantaban las sesiones de cuentacuentos y también el hecho de poder coger todos los libros que quisiera, incluso libros en inglés. Siempre he sido de devorar historias y, obviamente, las sesiones de biblioteca tuvieron algo que ver.
A medida que fui creciendo, la biblioteca del pueblo se convirtió también en el sitio donde podía conectarme a internet. Si quería buscar la letra de alguna canción en inglés que había escuchado en la radio, memorizaba una frase que hubiera entendido, la apuntaba y el día que iba a la biblioteca la tecleaba rápidamente para encontrar la letra completa. También se convirtió en el sitio donde hacer los deberes y buscar información (tanto en formato digital como en papel), así como en el lugar donde esperarme cuando mis padres llegaban tarde y llovía o cuando tenía un rato antes de entrar a alguna actividad extraescolar.
La biblioteca de la universidad, sin embargo, no me gustó demasiado y la pisé poco. Se me antojaba demasiado grande e impersonal. Las obras eran estrictamente académicas y todo era demasiado serio y formal. Sin embargo, esta visión cambió cuando me fui de Erasmus a Sheffield, Reino Unido. La universidad tenía varias bibliotecas distribuidas por toda la ciudad y una en concreto, The Diamond, era impresionante. A continuación tenéis algunas fotos para que os hagáis una idea.





Fuentes: Halton, NG Bailey, Arup, Arch Daily, The University of Sheffield
Nada más entrar supe que ese sitio iba a convertirse en mi segunda casa. Si la biblioteca de la facultad de letras de la UAB me había parecido la más impersonal del mundo, The Diamond era todo lo contrario. De hecho, era tan acogedora que, cuando oscurecía, había que juntar mucha fuerza de voluntad para salir de ahí y enfrentarse al frío de la tarde inglesa. Era un lugar perfecto para hacer deberes e incluso para charlar, ya que el espacio estaba tan bien pensado y distribuido que no molestabas a los que estaban trabajando.
También fue un sitio perfecto para descansar la biblioteca de Manchester donde me quedé unas cuantas horas esperando a que saliera mi autobús. En una biblioteca nadie te pregunta nada. Puedes coger un libro, sentarte en una butaca y tener la certeza de que vas a estar tranquilo todo el tiempo que desees.
Así pues, para mí una buena biblioteca debe ser acogedora y que te haga sentir como en casa. Me gusta además la sensación de entrar en otro mundo que funciona más despacio. Cuando entras en una biblioteca, es como si todo se detuviera. A veces, incluso parece que los bibliotecarios vayan a otro ritmo.
En cuanto a la promoción de la lectura, las bibliotecas hacen un trabajo espectacular. Si ya es difícil fomentar este hábito hoy en día, sin bibliotecas que ofrecieran las obras gratuitamente a los usuarios sería imposible. No estoy diciendo que la remuneración que perciben los autores cada vez que se presta su obra no pueda mejorarse, sino justo lo contrario: obviamente debe mejorarse, pero no demonizando las bibliotecas ni perjudicando a los usuarios obligándoles a pagar una cuota. Además, hay que tener en cuenta que, si yo tomo prestado un libro de una biblioteca y este me gusta, es muy probable que acabe comprándome ese mismo libro u otra obra del escritor en formato papel. Es por elllo que, a mi entender, las bibliotecas también son una manera de promocionar no solo la lectura, sino también libros y autores. Simplemente, sucede que el free trial es de por vida y, en mi opinión, así es como debería seguir siendo porque las bibliotecas son un refugio y, como tal, no pueden convertirse en un lujo que solo unos cuantos se puedan permitir.
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