¿Se está perdiendo el hábito de la lectura?

El otro día, una profesora de instituto me comentaba decepcionada que solo un niño se había apuntado al club de lectura que habían organizado desde el departamento de lenguas.

Yo la escuchaba horrorizada porque, si bien es cierto que el club se realiza una vez a la semana a la hora del patio y eso puede ser un hándicap, sigue siendo sorprendente que solo un niño de más de trescientos se apuntara. Además, el club está organizado de tal forma que sean los alumnos los que elijan qué leer y no se les impone ningún libro. Aun así, solo un inscrito, lo que me lleva a preguntarme si se está perdiendo el hábito de la lectura en la sociedad occidental actual.

Una parte de mí cree que sí. No es ninguna novedad que en clase los niños y niñas se desesperan cuando se menciona la palabra leer , y un texto de cien palabras se les antoja como algo inabarcable y digno de recompensarse con un ‘premio’ posterior. Sin embargo, otra parte de mí se aferra a la idea de que a muchos simplemente les da palo ponerse a leer. Es decir: les cuesta dejar de lado otros estímulos más interesantes y abrir el libro, pero cuando lo hacen se concentran y se evaden completamente. Es por ello que no creo que a los niños y adolescentes no les guste leer. Simplemente, tienen tantos estímulos a su alrededor que les cuesta encontrar la fuerza de voluntad para empezar a hacerlo. Por eso es tan importante que los adultos sirvamos como ejemplo y les animemos encarecidamente a explorar libros, encontrar el género que les guste y leer.

Sin embargo, los adultos estamos un poco en las mismas y medio stuneados. En el bolsillo llevamos el mayor aparato de distracción y aturdimiento que se ha creado jamás: el móvil. En el metro y en el autobús vamos todos mirando el teléfono y deslizando con el dedo. ¡Incluso cuando no hay cobertura alguna refrescamos la página mil y una veces para ver si carga! El móvil nos absorbe, cinco minutos se convierten, fácilmente, en media hora o más, y de repente, llegas a tu destino y no has leído ni una sola página del libro que llevas todo el día cargando en el bolso. Es igual que esa pieza de fruta que coges de casa por la mañana con la intención de comer sano, pero que, a media tarde, decides substituir por algo con chocolate. Un día está bien, pero a la larga acaba sentando mal.

De todas formas, para hacer justicia a la verdad, tengo que reconocer que cada vez veo a más gente leyendo en el metro. No sé si es porque entre lectores nos detectamos o si es porque cada vez más gente está llegando a un punto en el que siente la necesidad de aprovechar los ratitos vacíos de responsabilidades para desconectar, viajar y poder ser un poco más libre. Sinceramente, espero que sea la segunda opción.



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